lunes, 23 de diciembre de 2013

Capítulo 18: Desechos sólidos: cómo convertir un riesgo para la salud en un recurso


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Los desechos sólidos, ya se llamen basura, residuos, desperdicios y varios otros nombres, no tienen por qué causar problemas de salud. Pueden incluso convertirse en una fuente de ingresos y en recursos para crear otros productos. Sin embargo, si los desechos sólidos no se recogen, clasifican, reutilizan, reciclan o descartan como es debido, se convierten en algo muy desagradable, de mal olor y que puede causar graves problemas de salud.
Muchos de nosotros tiramos las cosas y suponemos que alguien más, de alguna manera, se ocupará de nuestra basura. Esta tarea recae generalmente en la gente más pobre, aquella que se ve forzada a vivir de la basura, a vivir dentro y con la basura creada por el resto de la sociedad. Y son los más pobres los que generalmente se encargan de recoger, clasificar, limpiar y reciclar los desechos para transformarlos en un recurso que se pueda volver a utilizar (recuperación de recursos). Todo el mundo entiende que se trata de una tarea importante y necesaria para proteger nuestra salud y el medio ambiente; sin embargo, es muy raro que las personas que realizan esta tarea reciban una remuneración adecuada o sean tratadas con respeto.
Para manejar los desechos de modo que no hagan daño a la gente o al medio ambiente, debemos reducir la cantidad de desechos que producimos y convertir lo que podamos en materiales o recursos útiles. Todos, especialmente la industria y los gobiernos, deben responsabilizarse por los desechos que producen, evitar en primer lugar la producción de desechos y lograr que todos los productos sean reutilizables, reciclables o compostables.
Eseng mejora sus condiciones de salud y se gana el respeto de los demás
Todos los días, Eseng recorría Bandung, una ciudad de Indonesia, recogiendo basura. Su casa estaba lejos de los vecindarios que producían la basura más útil, y por esto Eseng pasaba casi todo el tiempo yendo y viniendo con bolsas pesadas.

Todas las noches, Eseng clasificaba la basura para venderla a los comerciantes a la mañana siguiente. Algunos compraban vidrio, algunos compraban restos de metal y otros compraban papel; pero los objetos que nadie compraba se iban acumulando en casa de Eseng. El patio se convirtió en un basurero desordenado y peligroso, pero no tenía donde más deshacerse de los desechos. A veces Eseng contraía infecciones que duraban meses y le hacían difícil trabajar. De vez en cuando le daban fiebre y escalofríos a causa del paludismo, puesto que los zancudos se multiplicaban en las llantas que tenía en el patio. Además, a pesar de que trabajaba arduamente, la policía a veces lo molestaba cuando lo encontraban clasificando la basura frente a las tiendas o en las calles.
Eseng y otros recicladores informales decidieron organizar un centro para vender lo que recogían y para beneficiarse compartiendo sus conocimientos, herramientas e información. Visitaron una organización local que trabajaba para el medio ambiente y los derechos de los trabajadores y juntos produjeron un plan para poner en práctica un programa integral de recuperación de recursos.

La gente de la organización ambiental pidió al gobierno municipal apoyar el programa de recuperación de recursos y hacer que los policías y los dueños de las tiendas traten mejor a las personas que seleccionan los desechos. El gobierno municipal aceptó y se estableció un centro donde Eseng y los otros podían clasificar los desechos que recogían. Se entregó un carrito con ruedas a cada uno de los recicladores, facilitando así la tarea de traer la basura hasta el centro para clasificarla o llevarla directamente a los comerciantes de desechos.

El centro de recuperación de recursos proporciona guantes y botas para proteger a los trabajadores de los objetos cortantes y de la basura contaminada. Cuando la gente de la organización ambiental se enteró que Eseng tenía paludismo, lo ayudaron a obtener atención y medicamentos en una clínica.

Eseng sigue trabajando arduamente recogiendo los desechos, pero su salud ha mejorado y su casa ya no parece un basurero. La policía y los dueños de las tiendas le dan a él y a los otros recicladores el respeto que se merecen por su contribución a mantener limpia la comunidad. La ciudad está ahora orgullosa del centro de recuperación de recursos y de su calles más limpias.

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